Desde la década de los 80, el gran avance alcanzado en Cirugía Plástica Reparadora ha venido dado de la mano de la microcirugía. Gracias al mayor conocimiento de la anatomía y de las técnicas quirúrgicas, podemos transplantar tejidos del propio paciente, de una zona donante a la zona donde se encuentre el defecto.

Ante un defecto de tejido, es posible disecar un área anatómica de su propio organismo, nutrida por una arteria y por una vena, y transplantarlo a la zona donde se encuentra el defecto. Una vez colocado en la zona diana se realiza la conexión con técnicas microquirúrgicas de la arteria y de la vena del tejido transplantado a los vasos receptores, con lo que se consigue que el tejido transplantado viva en el sitio receptor.

Las principales aplicaciones de esta técnica las encontramos en pacientes que precisan reconstrucciones tras extirpaciones de tumores (p.ej: reconstrucción de mama sin necesidad de usar prótesis), tras traumatismos (p.ej: transplantes de dedo de pie a mano tras amputaciones, transplantes de músculos para déficits de funciones, de huesos para fracturas que no consoliden o de piel para quemaduras o heridas que no curan).

El auge experimentado por ésta técnica hace que las indicaciones vayan aumentando día a día.

En la actualidad, esta técnica se ha ganado un hueco dentro del arsenla terapéutico y ha pasado a ser una técnica habitual en los servicios de Cirugía Plástica, lográndose tasas de supervivencia de alrededor del 90%.